José Alias © para Revista Coronica
Cuenta el irrepetible artista en el
documental Esta no es la vida privada de
Javier Krahe que un buen día le dijo a Annick, su mujer: -Me voy a hacer
cantante. A lo que ella le contestó que
nunca le había visto cantar.
–No, no, es que me voy a hacer.
-Y ¿cuánto calculas que vas a
tardar?
–Pues teniendo en cuenta que empiezo
a los treinta con la primera guitarra de mi vida, calculo que tardaré unos diez
años. A los cuarenta me pongo a cantar.
Pero no tuvimos que esperar toda una
década, en apenas cinco años ya estaba subido a los escenarios, primero en La
Aurora a requerimiento del insólito
Chicho Sánchez Ferlosio y a renglón seguido en la mítica Mandrágora donde
le descubrí una noche y todas las que siguieron, que no fueron pocas. Como
siempre fue persona de bien, acceso fácil y grata conversación, en cada
encuentro una cierta amistad, sin llegar a lo íntimo, se prolongó entre
nosotros durante más de treinta años, casi la mitad de su vida, en los que he
tenido el placer y la buena fortuna de compartir ratos y veladas, tanto en su
casita baja cerca del Parque Berlín, en la malasañera del Pez o en diferentes
locales madrileños, salvo rara excepción apenas le vi en provincias, en los que
he(mos) podido disfrutar de sus magníficas actuaciones.
Valle de lágrimas lleva por título su primer
disco, donde además de roncar El lirón
y negociar con la parca El tío Marcial,
Javier encendió un lúcido alegato contra la pena de muerte en La hoguera preguntándose con Raúl desde Villatripas: ¿Dónde se habrá
metido esa mujer? Ni velas, cirios o bujías a San Cucufato dieron respuesta de La oveja negra que saltó la
cerca y dejó el redil. Antes, aunque lo supe después, ya había escuchado
canciones suyas como Nos ocupamos del mar
en un disco de Rosa León o Don Andrés
Octogenario en directo por un tal Sabina que cantaba también con Teresa Cano temas como una olvidada Numancia, El obseso sexual o El vicio en el
hospicio, compuestas en el autoexilio canadiense con música de su
desparecido hermano Jorge…
Y así podría seguir, recopilando
recuerdos y datos, hasta completar el artículo y dejarlo listo para que el
lector conociese tal vez algo diferente, pero nada nuevo, sobre esta persona
que con sus dudas y mesuras llenas de cábalas
y cicatrices o querencias y extravíos,
ha hecho del lenguaje su arma arrojadiza para mostrarnos, como Pico della
Mirandola, otras perspectivas de esta existencia con notorio acercamiento a la
belleza en múltiples facetas. ¿Qué
contar, entonces, que no se haya dicho? He ahí el desafío del autor ante la
página en blanco y los recuerdos difusos sobre alguien que se ha ido cantando
que sería muy bonito saber que todo es
vanidad... y a ver quién le tose.
Krahe era sobre todo un tipo con
criterio propio, algo raro en estos tiempos de negras pantallas que abducen el
magín de los humanos. Sus influencias tenía, claro, pero las diluía en su guiso
que compartía con todo aquel que quisiera escucharle, en vivo y en directo o a
través de sus múltiples discos que incluyen en algunos casos no sólo sus canciones,
si no que incorporan alguna presentación de lo que va a cantar y que darían
para una obra aparte si algún cronopio fugaz, raro empeño en tales seres, así
se lo propusiera u organizase.
Digo, entonces, que hablar de cosas
intangibles… abrazos hubo y copas y humos que también se han perdido en el
devenir del tiempo más allá de las noches y sus ecos… sería labor y poca estima
para con un personaje que ha poblado, no colonizado, allá cada cual, las mentes
de muchos de sus contemporáneos y que ha tenido
la rara fortuna de conocer el corazón a la luz de la luna de alguna que
otra mujer ¡abajo el alzhéimer!
¿Personaje? dirán algunos. Claro,
qué se yo de la persona, de sus
biorritmos y microsegundos al compás de sus pasos citadinos o caseros aunque
hayamos estado cerca, como dije en
principio, en algunas circunstancias, tiempos y lugares.
Solemos confundir lo que vemos,
oímos, en especial en este caso, o sentimos al seguir la estela de alguien que
nos cuenta su particular versión de la existencia de manera pública por mor de
las circunstancias… ¿más es más? en
estos casos no lo creo, ni me parece.
Que a este flaco y corrosivo poeta,
cantor y vividor, lo quise, sigo y seguiré queriendo, no me cabe la menor duda
ni en mi mayor euforia. ¿Tiene eso algo que ver con lo que él decía y cantaba?
seguro. Pero, también en la ausencia de sus creaciones, mi aprecio no se
conmueve ni un palmo, bemoles tendría la cosa y ni homenajes ni otras
estridencias variarán un ápice mi postura… hasta una estatua le han hecho las
benditas ánimas de una posada gallega ¡por Baco! Sean bienvenidas todas las
muestras de aprecio por parte del personal, su sonrisa seguirá iluminando variados
garitos y no pocas reuniones nocturnas.
Mientras sigamos afinados en
nuestras filias y fobias, los seguidores de Krahe no abandonaremos la nave de
su travesía: No sé cuál es más bella si
la mar la vela o la estrella y las tengo al navegar la estrella la vela y la
mar, cantaba Como Ulises en una genial divertida y
precisa, lo bueno si breve… versión de La Odisea desde un caballo de madera
camino de Ítaca.
Incontables los temas, magistrales
las letras, cada disco mejor música, a bote pronto recuerdo que Si lo
llego a saber las memorias de Adriano te las compra Rita a ritmo de blues… y
una jota por Calanda: Viridiana en el
convento hizo buñuelos de viento para el padre Nazarín… Nadie conserva la calma
zapatazos en el alma, zapatea Luis Buñuel…
Cómo ahora los medios de
comunicación son rápidos e instantáneos hablé con Daniel Ferreira a poco de
volver a casa del concierto homenaje que en la sala Galileo Galilei de Madrid,
bajo el título La sonrisa de Krahe, le dedicaron y dedicamos músicos, artistas varios y público
nada general, el pasado 20 de Noviembre. Le conté, aún con cierta emoción por
el evento, algunas anécdotas de ayer de hoy y de siempre. Por qué no escribes
algo al respecto, me dijo Daniel. De ahí este texto, parcial e incompleto, que
recoge un pequeño recuerdo de un gran artista.
De todo lo que se cantó y se dijo, aparte de las versiones que se
interpretaron en el escenario, me quedaría con estos versos escritos para el
momento por el talentoso cantor de bien modulada voz Javier Ruibal:
“El muy chulo, ahí es nada
mira si era presumido
paseó en el apellido
una hache intercalada
Y toda la javierada
de cantores envidiosos
me cuento entre esos babosos
habríamos
dado la vida
por tomarle la medida
a su versos asombrosos.”
Si tuviera que elegir alguno de su
temas, cosa harto difícil, me quedaría con Eros
y la civilización, así se lo dije en uno de nuestros últimos encuentros.
Tal vez la más cinematográfica de sus canciones y que contienen todas y cada
una de sus constantes dentro de un travelling perfecto que sin dudarlo hubiera
filmado Orson Wells si no lo hubiera hecho ya en Sed de mal… el fin del mundo ya, ya está al caer y lo
mismo nos da ¡Caray, mujer!
De las primeras Hoy por hoy me sigo quedando con Raúl y La oveja negra.
Y para despedir en estas líneas a mi
muy querido Javier nada como recordar el comienzo de ese tema para niños ¡…amos anda! que cierra su álbum Cinturón negro de karaoke en el que se
plantea eso que todos nos hemos preguntado alguna vez ¿en las Antípodas andarán cabeza abajo?
Yo tuve un barco de vapor de azul color,
con chimeneas amarillas,
que nunca, nunca naufragaba,
todas las olas las surcaba
y yo con él, tirando millas.
Salí un buen día a atravesar el ancho mar,
mi rumbo fue Nueva Zelanda,
tierra natal del maorí que es nuestro antípoda y allí
ver si al revés es cómo anda,
y vi
a un maorí
pero estaba tumbado
y no
se levantó
al sentirse observado.
No sé
ni ya sabré
si andaba enrevesado,
así
que me fui muy,
muy desilusionado…
con chimeneas amarillas,
que nunca, nunca naufragaba,
todas las olas las surcaba
y yo con él, tirando millas.
Salí un buen día a atravesar el ancho mar,
mi rumbo fue Nueva Zelanda,
tierra natal del maorí que es nuestro antípoda y allí
ver si al revés es cómo anda,
y vi
a un maorí
pero estaba tumbado
y no
se levantó
al sentirse observado.
No sé
ni ya sabré
si andaba enrevesado,
así
que me fui muy,
muy desilusionado…
He conseguido memorizarla. Lo que se canta mucho se queda, jajaja
ResponderEliminarNUMANCIA
Ahora que nuestra historia ha perdido importancia
que apenas nos calientan las brasas de Numancia,
aquella ilustre combustión,
calcula, calculando, el nieto de Viriato
piensa que trae más cuenta rendirse por contrato
cobrando alguna comisión.
Ya el biznieto del Cid no cabalga en Babieca,
cuando libra batalla es a lomos de una sueca
en el campo de la ilusión;
el orín ha roído el cañón de Agustina
y al llegar el verano mucho codo se empina
brindando por Napoleón.
Ahora que nuestras playas son las playas de otros
donde se bañan ellos y rara vez nosotros
que guardamos su polución,
y encima conversamos y hacemos la pelota
por tener a los yanquis instalados en Rota
en Zaragoza y Torrejón.
Tres partes para el gringo, tres para el turista,
de qué sirvieron ocho siglos de Reconquista
la lucha contra el invasor
“Santiago y cierra España” era nuestra divisa
San Dólar nos la abre, divisa por divisa,
alcanza más cotización.
Nos dijeron que la mercadería es plebeya,
y a mí, que me criaron con leche de epopeya,
siempre con la misma canción
que de puro gastada acabó por hartarme
pues resulta que ahora, ahora empieza a gustarme
aunque con menos tradición,
pero sin tanta represión,
pero con menos religión…
puestengo grabada una versión que canta Sabina, con Teresa Cano, en La Mandrágora... Krahe estaba presente. La letra que recuerdas varía un poco de la que canta Joaquín. Pero, vamos, que básicamente es la misma. salú2
ResponderEliminarLa de Numancia se la oí yo cantar a Rosa León en Salamanca allá por los finales de los 70 y principios de los 80.
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